Bodegón con ciruelas, brevas, pan, barrilete, jarra y otros recipientes
1760 - 1770. , 35 x 48 cmSala 088
Un compendio de motivos habituales de Meléndez se suman en esta pieza otorgándole un sentido de proximidad y verosimilitud de gran valor artístico y documental. Sobre el característico tablero, en el que se aprecian las vetas y nudos de la madera, entre ciruelas y brevas, se expresan con plenitud formal un pan y una jarra de boda, típicamente talaverana o de Puente del Arzobispo, blanca y con filete decorativo de amarillo ocre de antimonio, que ostenta un asa torsa de tipo salomónico, propia del siglo XVIII. El blanco del elegante recipiente popular supone una verdadera proeza de la capacidad descriptiva del artista al conseguir fielmente su textura y el juego de la luz sobre la superficie vidriada. Inmediatamente detrás se aprecian varios platos de loza decorada (de la serie llamada "de la adormidera o rosilla)", un barrilete, para arrope o conservas, y un lebrillo o cuenco de Alcorcón, en cuyo interior se muestra un pescado. Con estos recursos la composición toma un aire distinto y rompe la posible rutina repetitiva de grupos de cacharros y comestibles vistos en otros lienzos, adquiriendo una significación diferente, sin dejar de provocar en el espectador la sensación del verismo, habitual en toda la producción del maestro. La concatenación de planos es muy acertada y logra con facilidad la sensación de espacio; igualmente la luz, en general, se expresa con gran virtuosismo, siendo notables los toques de pincel con riqueza de pasta que se aplican sobre las superficies, a fin de crear el relieve y destacar la calidad de la materia sobre la que incide la cuidada luminosidad que baña el conjunto; también se aprecian leves toques de claridad en algunos puntos secundarios que ayudan a siluetear las formas, procurando así conseguir su volumen con mayor justeza. Los contrastes cromáticos enriquecen aún más la composición, dotando al conjunto de una especial agilidad liberadora de posibles amazacotamientos. La gran precisión de las formas y la nitidez de la superficie pictórica que despliega el autor en este cuadro se manifiestan, igualmente, en la radiografía; según ésta también se delimitan con exactitud los contornos de los recipientes y alimentos fundamentales que lo componen: jarra, barril, pan y ciruelas, diferenciándose con claridad los distintos planos de la mesa. A simple vista hasta las vetas de la madera aparecen más definidas que en otros bodegones, aunque en el documento radiográfico no destacan ni sus trazos más claros ya que, aunque contienen albayalde, fueron aplicados con la materia pictórica muy diluida. Por el mismo motivo, los cacharros y las frutas introducidas en un momento avanzado de la creación muestran menos contraste, como las brevas, que no tenían, en principio, su lugar prefijado dentro de la escena, lo que motiva su inclusión delante de la jarra ya acabada. La preocupación de Meléndez por conseguir la plasticidad de los objetos que representa le lleva a extremos muy significativos en su búsqueda de la perfección; uno de ellos es el de procurar reducir los volúmenes de los motivos a unos elementos que tienden a la depuración formal, o cuando menos son evocadores de los cuerpos geométricos puros, disfrazados de frutos de aspecto muy regular o utensilios de análoga expresividad formal. Ello no le impide fijar por medio de estudiados detalles los caracteres reales de cada elemento puesto que la primera idea, a la que somete toda intención ulterior, es la de alcanzar la visión consciente del mundo sensible. La frescura que Meléndez consigue en el tratamiento de las calidades táctiles de la materia es digna de todo encomio; si en la totalidad de sus obras se aprecia, en algunas quizá resalta aún más por la modestia de la pieza en sí y la economía de medios que emplea para desarrollar su consumada técnica (Texto extractado de Luna, J. J.: De Tiziano a Goya. Grandes maestros del Museo del Prado, National Art Museum of China-Shanghai Museum, 2007, pp. 268-269).