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Investigación

Bibliofilia y mecenazgo 4 de octubre de 2022

Objeto para el conocimiento, la devoción personal, el divertimento o incluso concebido como signo o atributo distintivo de clase, el libro ocupa un espacio preeminente en el medioevo. A partir del siglo XIII, con la creación de las primeras bibliotecas principescas y la consiguiente evolución de la literatura profana en lenguas vernáculas, los manuscritos de lujo dejaron de ser patrimonio exclusivo de los monasterios. Para el disfrute del alto clero, de la nobleza e incluso de algunos miembros de la burguesía, los libros se convirtieron poco a poco en codiciados objetos suntuarios que generaron un creciente afán coleccionista y dieron lugar a las primeras manifestaciones de una genuina bibliofilia. La exposición El Marqués de Santillana. Imágenes y letras propone un retrato del primer gran bibliófilo de la nobleza castellana: su empresa cultural, sus apuestas artísticas y su infatigable curiosidad pueden comprenderse mejor a la luz de los más importantes amantes de los libros de la Europa de finales de la Edad Media y de las obras maestras realizadas bajo sus mecenazgos.

Bibliofilia y mecenazgo

Jan van Eyck, Horas de Turín-Milán (detalle)

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La realización o adquisición de un manuscrito supone una importante inversión. Es importante señalar que los ejemplares lujosos, sobre todo aquellos que contienen miniaturas, son considerados como apreciados objetos artísticos: por una parte, los mejores artistas del otoño medieval, incluso Jan van Eyck (ver fig.1), trabajaron tanto sobre tabla como sobre pergamino; por otra, la lectura de algunos inventarios de la época, en los que se elogian el aspecto de estos objetos, es indicativa de la sensibilidad estética del bibliófilo medieval. Así, la comisión de un manuscrito iluminado se inscribe perfectamente en las dinámicas del mecenazgo artístico.

La figura del mecenas-bibliófilo la encarna perfectamente el duque Jean de Berry (ver fig.2) (1340-1416) quien, para la creación de su famosa biblioteca, supo rodearse de artistas capaces de crear objetos únicos para la devoción y el placer estético.

Entre los manuscritos más bellos de su biblioteca se encuentran las Muy Ricas Horas del Duque de Berry (Chantilly, Museo Condé), una de las obras maestras de la historia del arte occidental realizada por los hermanos Limbourg, y el Salterio del Duque de Berry (París, Biblioteca Nacional de Francia), que Jean de Berry mandó realizar, en un alarde de experimentación artística (ver fig.3), a André Beauneveu, el escultor más destacado de la época. La relación entre el mecenas-bibliófilo y su artista de preferencia (ver fig.4) llega a su paroxismo en el caso del duque René de Anjou (1409-1480): su vinculación con Barthélemy d’Eyck fue tan estrecha que, hasta el siglo XIX se consideró que fue el propio duque quien se encargó de decorar los más bellos manuscritos de su biblioteca. En realidad, Barthélemy d’Eyck ilustró el primer ejemplar del Coeur d’Amour Epris (Viena, Biblioteca Nacional de Austria), obra escrita por el duque de Anjou, en una dinámica similar a la que vemos en el Retablo de los Gozos de Santa María, obra que preside la exposición.

Fig.4: El Coeur d’Amour Epris, es una novela caballeresca escrita por Renato de Anjou y miniada por Barthélemy d’Eyck, un artista que ocupó un lugar privilegiado en la corte de Anjou y Provenza.

Fig.1:&nbsp;Una de las más bellas miniaturas de las Horas de Turín-Milán es realizada por el pintor Jan van Eyck en su juventud.

Fig.1: Una de las más bellas miniaturas de las Horas de Turín-Milán es realizada por el pintor Jan van Eyck en su juventud.

Fig.2:&nbsp;El duque de Berry, el más conocido de los bibliófilos del otoño medieval, se hizo representar presidiendo un banquete en uno de sus libros de Horas.

Fig.2: El duque de Berry, el más conocido de los bibliófilos del otoño medieval, se hizo representar presidiendo un banquete en uno de sus libros de Horas.

Fig.3:&nbsp;El&nbsp;Salterio del Duque de Berry&nbsp;fue iluminado por André Beauneveu artista reconocido por sus trabajos de escultura.

Fig.3: El Salterio del Duque de Berry fue iluminado por André Beauneveu artista reconocido por sus trabajos de escultura.

Cosmopolitismo

Fig.5 (izq): En su libro de Horas, el primer duque de Milán introduce todos sus elementos heráldicos. En este folio vemos, además de su retrato, su escudo de armas cuatro veces repetido y un sol de rayos dorados, uno de sus símbolos.

Fig.6 (der): Hijo de un rico mercader recientemente ennoblecido, el propietario de este libro de Horas escoge a uno de los artistas más importantes de Francia, Jean Fouquet, para representar a plena página su escudo de armas.

A caballo entre el disfrute privado y el placer social, los manuscritos de lujo constituyen claros signos de distinción. La personalización de manuscritos a partir de elementos heráldicos (ver fig.5-6) es un claro ejemplo de ello: las exquisitas Horas de Gian Galeazzo Visconti (Florencia, Biblioteca Nacional) están repletas de divisas, blasones y símbolos propios del primer duque de Milán. Durante el siglo XV, miembros de la alta burguesía o personajes de reciente condición noble se sirven abundantemente de la decoración heráldica para demostrar su éxito social.

Fig.7: Los libros decorados con bordes ilusionistas, realizados en Flandes, tuvieron tal éxito que comenzó una producción seriada de ellos, destinada al mercado europeo.

El cosmopolitismo y la curiosidad definen también en cierta medida las colecciones de estos primeros bibliófilos, donde se reúnen ejemplares escritos e iluminados tanto en la corte como en lugares y épocas muy lejanas a través de agentes, redes diplomáticas y de un creciente mercado (ver fig.7) que se ramifica a nivel europeo. Por su carácter raro y precioso, el libro es ofrecido a menudo como regalo en las cortes bajomedievales: ofrecer un ejemplar lujoso o una producción bibliográfica del pasado o de otra cultura puede nutrir la vida diplomática y los vínculos políticos. Existen muchos manuscritos que se abren precisamente con una pintura que representa el momento de la donación del libro, en los que el autor aparece arrodillado entregando su texto o traducción al mecenas (ver fig.8). 

Fig.8: En esta miniatura, realizada por Roger van der Weyden, el autor de la Crónica de Hainaut, Jean Wauquelin, le entrega su libro al duque de Borgoña Felipe el Bueno. Se trata de un acto social al que asisten los personajes más importantes de la corte, como el joven Carlos el Temerario o el canciller Nicolas Rolin.

Bibliófilas

Fig.9: Este curioso manuscrito representa diversos retratos de heroínas del mundo antiguo que escriben cartas a sus amores infelices. El ejemplar ilustrado por Robinet Testard fue encargado por Luisa de Saboya, duquesa de Bourbon y de Angulema que sería regente de Francia a principios del siglo XVI.

Es importante recordar también el importante papel que desarrollaron las mujeres en este proceso de naciente bibliofilia. Preocupadas por la educación y la devoción de sus descendientes, con la voluntad de perpetuación dinástica, organizadoras de círculos literarios en las cortes o incluso para proveer modelos positivos (ver fig.9) de conducta para la mujer, lo cierto es que la historia del gusto por los libros es imposible de comprender sin ellas. De hecho, los primeros libros de horas (el verdadero best-seller del manuscrito medieval) (ver fig.10) fueron encargados por y realizados para mujeres y no sería hasta el siglo XV que su uso se generalizó también para los hombres.

Fig.10: La duquesa María de Borgoña, representada en su propio libro de horas: en el primer plano, aparece como lectora; en el segundo plano se encuentra arrodillada a la derecha de la Virgen, formando parte de la escena imaginada en el primer plano.

Bibliotecas

Las bibliotecas aristocráticas del siglo XV, como la del Marqués de Santillana, se constituyen paulatinamente a partir de adquisiciones y donaciones, pero también de herencias y de botines de guerra. Como vemos, son muchas las estrategias que puede desarrollar el bibliófilo para procurarse sus deseados ejemplares. El estudio de la formación de las primeras bibliotecas principescas es de capital importancia para la historia del arte y la historia cultural: más allá de informarnos de los gustos personales de las altas esferas de la sociedad de una época, la relación de un personaje con sus libros nos habla de sus referencias culturales, sus tendencias religiosas, sus redes diplomáticas y, evidentemente, de una inclinación hacia modelos artísticos que fue determinante para el desarrollo de las artes.

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