Banquete de Aqueloo
Hacia 1610. , 36 x 51 cmNo expuesto
Durante su viaje de vuelta hacia Erecteo el joven Teseo se encontró por el camino a Aqueloo, divinidad fluvial, que le aconsejó esperar a que pasara la temporada de las lluvias en su morada y que no se expusiera a los peligros que estas últimas conllevaban. Teseo aceptó la invitación y el consejo, coincidiendo perfectamente a partir de este momento el relato de las Metamorfosis de Ovidio (libro VIII, 547) con el cuadro de Hendrik de Clerk. La morada de Aqueloo es una gruta de piedra pómez con el suelo formado de húmedo musgo y conchas en las paredes. Como en la narración ovidiana, también en la pintura, otros dos personajes acompañan a Teseo, Piritoo, el hijo de Issión, y Lelege, el héroe de Trezene. Además, el claro gesto de indicar hacia el mar y la isla cuya sombra ocupa el horizonte, confirma la fuerte vinculación entre el texto literario y la representación figurativa. De la misma manera coincide la función de las ninfas que sirven la comida y la bebida a los comensales. En síntesis, el cuadro representa de forma muy pormenorizada y detallista ese episodio de las Metamorfosis en el que de forma alegórica se quiere resaltar el valor de la paciencia como instrumento fundamental para vencer a los elementos adversos. La pintura se inscribe en el marco de manierismo tardío al que hay que añadir un especial interés hacia los elementos naturalistas confirmando la atención reservada por Hendrik de Clerk hacia la naturaleza muerta (Texto extractado de Mancini, M.: Arte y poesía. El amor y la guerra en el Renacimiento, Madrid, 2002).