Diana y una ninfa sorprendidas por un sátiro
1622 - 1627. , 144 x 163 cmNo expuesto
Desde el inventario del Real Museo de 1857 hasta 2002, esta obra ha figurado como Diana y Endimión sorprendidos por un sátiro, pero L. Ruiz ha demostrado que la escena representada es Diana y una ninfa sorprendidas por un sátiro, ya que es una figura femenina, con el cuerpo cubierto por completo con una túnica azulada y collar de perlas al cuello, la que duerme al lado de Diana, una imagen muy alejada del aspecto varonil de Endimión. Incluye la presencia de un sátiro, el habitante natural de los bosques de la umbría y fértil Arcadia, y no a Cupido, testigo frecuente de la pareja Diana y Endimión. Cae la noche y, tras una fructífera jornada de caza -las numerosas piezas abatidas se amontonan cercanas-, Diana se rinde al sueño junto a una de sus ninfas, el cortejo de compañeras que le fuera otorgado por el padre, Júpiter. Es este sencillo episodio, el más frecuentemente representado, el que se desarrolla en este cuadro. Incluso la presencia del sátiro, Pan tal vez, el lujurioso dios de los bosques, siempre acechante en torno a las ninfas, no puede extrañar en este tema; es más, su expresiva mano izquierda parece convertirse en centro de la narración, la evidencia de sus deseos y de su protagonismo en la escena. Ese dedo índice no señala exclusivamente a Diana, posiblemente el objetivo final de los deseos del sátiro, también a la aljaba, el arco y el perro, los inseparables atributos de la diosa, los que la hacen más temida y poderosa. Dormido el perro y depositados en un ángulo los otros, la desnudez de Diana parece más vulnerable. Tanto ella como su acompañante aparecen así accesibles y esa accesibilidad es doblemente perturbadora, tanto por la presencia del sátiro como para el espectador de la pintura, al que el sátiro involucra en la escena, obligándole a participar visualmente del sensual desnudo de Diana. Para la composición de este lienzo, el autor contó con importantes referencias italianas, especialmente venecianas; se citan siempre ejemplos de Tiziano y Tintoretto. Pero a la hora de acometer un tema mitológico de estas características, el pintor flamenco debió recurrir a una imagen muy repetida en la iconografía clásica, la historia de Ariadna dormida y descubierta por Pan. A buen seguro, esta visión pasó a formar parte del bagaje cultural de los artistas del Renacimiento y del Barroco, especialmente cuando deseaban recuperar composiciones en las que debían introducir parámetros similares.
La razón por la que este cuadro venía ostentando el título erróneo viene, entre otras cosas, porque estos títulos suelen responder a alguna tradición, especialmente en el grueso de las obras del Prado, las que proceden de las Colecciones Reales. En este caso, el error partió de los primeros inventarios del Museo, puesto que en las anteriores referencias a esta composición no hubo duda alguna sobre el episodio mitológico que se narra (Texto extractado de Ruiz, L.: "Diana y una ninfa sorprendidos por un sátiro, y no Diana y Endimión", Boletín del Museo del Prado, 2002, pp. 85-89).