El pintor Ricardo Arredondo
1896. , 150,5 x 76,5 cmSala 062A
Situado el pintor Ricardo Arredondo frente a su caballete con la paleta en la mano, mira a su amigo y retratista Vicente Cutanda con gesto espontáneo. Es un retrato al aire libre, de técnica suelta, representando al retratado de medio cuerpo, con la cabeza descubierta y el cabello naturalmente revuelto y movido por el aire campestre, inmerso en el áspero paisaje, que suavizan la arboleda y los pinos del inmediato segundo plano.
Ricardo Arredondo Calmache (Cella, Teruel, 23 de octubre de 1850-Toledo, 5 de diciembre de 1911) fue uno de los pintores de la ciudad de Toledo, recogió sus vistas y rincones, adquiriendo su obra en este sentido un importante valor documental en la actualidad: un auténtico arqueólogo de la ciudad histórica, participó activamente en la Comisión de Monumentos, como miembro de la misma, así como en la dirección artística de labores de restauración, tales como las de la Puerta de Bisagra, o tareas arquitectónicas y urbanísticas, creando el paseo de Cambrón o dibujando los planos del Teatro Rojas, en colaboración con Amador de los Ríos. La labor artística y restauradora de Don Ricardo se vio favorecida por su posición política dentro del ayuntamiento toledano, como concejal del mismo. Por todo ello se le reconoció en la época como el pintor de Toledo, lugar donde vivió desde los once años.
Arredondo tuvo trato con Vicente Cutanda, pintor que abrazó el realismo de intención social tras un viaje a Italia, en el cual trabajó fuera de los círculos españoles, en el Instituto de Bellas Artes de Roma. Es sin duda a través de la ciudad de Toledo como Arredondo y Cutanda entraron en contacto.
El encuadre del personaje al aire libre, en un paisaje campestre, sin visión panorámica ni histórica del horizonte, fundido en la naturaleza, que aparece como fragmento, es el resultado de la modernización del estilo de Cutanda y de la aceptación de un realismo plenairista, más en la línea del paisajismo moderno del realismo español finisecular, representado especialmente en Beruete y en aquella estética de los discípulos de Haes, que enlazaron con la tradición modernizadora del siglo de Oro y Velázquez, más que con el verismo socializante y épico traído de Italia por Cutanda: no es de extrañar que aceptase esa fórmula realista para este encuadre, porque sin duda los modos del nuevo paisaje eran conocidos por él, a la vez que seguro también tenía trato y contacto con Beruete, conocedor, protector y paisajista de la ciudad (Texto extractado de Pena, C. en: Artistas pintados. Retratos de pintores y escultores del siglo XIX en el Museo del Prado, Museo del Prado, 1997, p. 164).