Fernando VII, a caballo
1821. , 353 x 249,5 cmNo expuesto
Esta imponente imagen de Fernando VII es, sin duda, el más apabullante retrato ecuestre de este monarca, concebido casi como una escultura monumental, tanto por sus proporciones como por la apostura mayestática e imponente de la figura del soberano, que consigue plenamente su propósito de sobrecoger al espectador. El tratamiento del retrato, como imagen bien elocuente del poder absoluto del monarca, queda subrayada por el rigor extraordinario de su modelado, de dibujo duro e insistido, con que están resueltas las figuras del rey y su cabalgadura, que paraliza cualquier sensación de movimiento, revistiéndoles por el contrario de una apariencia verdaderamente marmórea. A pesar de su apabullante apariencia, es retrato en el que José de Madrazo utiliza su técnica más depurada, con un cuidado exquisito en la descripción de los detalles y el tratamiento de los diferentes elementos de la composición. Así, todo queda revelado con un dibujo primoroso y atento, dentro de un perfilado cierto realismo en la figura del caballo. Así, el rey está retratado a sus 37 años, vestido con uniforme de gala de Capitán general de los ejércitos, sobre cuya casaca ostenta el Toisón, la gran Cruz y banda de la orden de Carlos III y la laureada de San Fernando. Le escoltan a distancia dos generales de Estado Mayor, vislumbrándose al fondo un paisaje montañoso.
José de Madrazo retrataría en varias ocasiones al monarca, aunque en la actualidad solo se conoce, además de éste, el esbozo que pintara al soberano vestido de paisano. El pintor sería un ferviente partidario de la figura de Fernando VII, como testimonia a su hijo Federico al día siguiente de la muerte del monarca: “Con el mayor sentimiento te comunico como el Rey ha pasado a la Eternidad ayer a las tres de la tarde de un accidente apopléjico […]. Yo me hallo traspasado de dolor y no puedo menos de verter muchas lágrimas en todos los momentos teniendo siempre presente su adorada imagen en la imaginación […]”. En el Inventario manuscrito por el pintor, redactado en 1835, se recoge el lienzo como el primero ejecutado a la vuelta de Madrazo a España.
Colgado ya en el Prado en 1828, el retrato se recoge en 1833 entre las obras de la Escuela Española Moderna colocadas a la entrada o primera división de la Galería principal en el Inventario General de los cuadros existentes en el Prado a la muerte de Fernando VII con el no296.
Se conoce un interesante boceto de este retrato, que se dio a conocer en la exposición dedicada al pintor celebrada en 1955 en el Museo Romántico como perteneciente a Enrique Traumann, considerándose entonces como copia del cuadro grande, si bien en realidad ha de tratarse, con mucha mayor probabilidad, de un modelo preparatorio, guardando evidentes diferencias con el lienzo definitivo, de la composición, el diferente diseño del paisaje o la aparición del monarca sin el bicornio que lo cubre en el cuadro del Prado (Texto extractado de Díez, J.L. director científico: José de Madrazo (1781-1859). Santander, Fundación Marcelino Botín, 1998, pp. 290-293).