Florero sobre una silla
1844. , 120 x 92 cmNo expuesto
Las composiciones florales de Parra gustan de introducir otros elementos artísticos diferentes de los ramilletes a fin de ofrecer al espectador una suma de peculiaridades que los diferencian de las creaciones de otros maestros del momento. Fue, sin duda, uno de los autores más distinguidos del ámbito valenciano durante la primera mitad del siglo XIX y desempeñó cargos destacados, tanto en las instituciones culturales de su ciudad de nacimiento, como en la corte madrileña, en la que fue introducido por su cuñado, el también pintor y distinguido retratista Vicente López.
Llevó a cabo lienzos de considerable tamaño y gran densidad decorativa -según comenta Portús- que derivan de modelos locales maximizados en varios sentidos y extranjeros, revisados convenientemente, de espectacular monumentalidad. Extrajo inspiraciones de los cuadros de la segunda mitad del siglo XVIII pero actualizándolas por medio de una renovación de la atmósfera que incluía la presencia de motivos coetáneos -muebles, tejidos, objetos o pormenores muy típicos del instante en que ejecutaba las obras- lo que a menudo las convierte en un verdadero repertorio de artes decorativas de la época. En la presente obra se advierte un escenario de fondo con severas arquitecturas así como un estanque con cascada; en primer término sobre una silla de respaldo curvo, asentada sobre tres patas y seguramente giratoria, que semeja dispuesta ante otro mueble que tal vez sea una mesa de despacho, se advierte el espléndido agrupamiento floral en el que destacan las rosa y las hojas verdes. Emerge voluptuosamente de un gran jarrón, probablemente de cerámica, estimando su coloración, y se abre en todas direcciones opacando con su espléndida proyección floral el elegante soporte sobre el que se afirma.
A la izquierda de la composición un mueble de acompañamiento aparente, finamente moldurado y cubierto también con flores, ayuda a introducir la composición propiciando un sentido del espacio que favorece la expresión de verosimilitud del florero por medio del efecto de relieve. A su vez, la manera de conseguir la profundidad es correcta y da lugar a una perspectiva que se adentra idealmente en el cuadro. Otros árboles, más alejados, y un cielo nuboso cooperan en la consecución del efecto de perspectiva, conseguido en su izquierda, con un aire romántico que semeja inspirado, por su gracia y ligereza, en decoraciones teatrales, tan de moda entonces.
Aun cuando aparenta muy distinto, forma pareja con Cesta de flores y vista de palacio (P7939), también de Parra, existiendo entre ellos concomitancias y disparidades, de acuerdo con la peculiar tipología de cada uno; lo más probable es que fuesen concebidos para propiciar, de un modo u otro, referencias a tradiciones y elementos culturales puramente valencianos, dentro del sentir general español que evoca reminiscencias de un prestigioso pasado (Texto extractado de Luna, J. J.: El bodegón español en el Prado. De Van der Hamen a Goya. Museo Nacional del Prado, 2008, p. 148).