Gorguera del Prado
2011. Acero inoxidable, Foam [espuma viscoelástica], 6 x 22,5 cmSala 101
Blanca Muñoz ha tenido, a lo largo de su carrera, una inspiración constante en las obras del Museo del Prado, y ha reinterpretado en varias ocasiones, desde una visión contemporánea y una mirada muy personal, una parte de la indumentaria española del siglo de Oro, presente en un buen número de lienzos de los grandes pintores de la colección del Museo, como el Retrato de caballero (P2595) o el retrato de María de Medici, reina de Francia (P1624).
La Fundación de Amigos del Museo del Prado le encargó en 2011 el símbolo artístico de los Premios que esta organización concede. La artista se planteó una nueva interpretación del concepto de gorguera, su significado, y su comprensión como la separación marcada entre la espiritual cabeza y el resto del cuerpo, creando una obra de indudable personalidad, ideada de forma muy creativa, combinando la técnica del gofrado en el foam con las varillas de acero inoxidable moldeadas. “Es frio el acero, frio, con la irritante indiferencia de lo yerto. Pero las manos de Muñoz, como las de una Suma Hacedora insuflando la vida, lo dotan de energía, movimiento y ritmo, haciéndolo adentrarse en el mundo de lo perpetuamente creado […] Cabe mucha belleza, mucha, en estos tubos de acero curvados, las levísimas varillas […]” (Caso 2012: 4).
De la Gorguera del Prado se realizaron 25 ejemplares, 15 numerados en arábigo y 10 no venales, de las cuales hay VI numerados en romanos, 3 PA y 1 PT. La obra del Museo es el número III/VI de los ejemplares no venales y ha sido donada por la Fundación de Amigos en 2020. Este tema lo ha llevado también al campo de la joyería y la estampación. Ha diseñado un elegante colgante en oro amarillo mate que se pliega y envuelve una turmalina multicolor titulado Gorguera, trasladando de forma sutil la idea escultórica a la joyería. Entre su producción de estampas, ha realizado una serie de aguafuertes firmados y numerados por la artista, datados en 2006, dos de ellos presentes en las colecciones del Museo del Prado: Gorguera I, ejemplar HC. 5/23 PT 2/2 (G5093) y Gorguera II, ejemplar HC. 4/23 (G5094), de las que se hicieron 50 ejemplares numerados del 1 al 50, y 30 ejemplares no venales: 5 PA, 2 PT y 23 HC. Esta forma novedosa de trabajar, la ha aplicado en varios proyectos, combinando escultura y grabado, en los que crea un espacio tridimensional al introducir varillas de acero en la estampación. Ambas están estampadas en el Taller Ediciones de Stadt, León, y las varillas de acero inoxidable manipuladas por María Dolores Muñoz, hermana de la artista. Ambas obras formaron parte de la exposición Doce artistas en el Museo del Prado, que tuvo lugar en el Museo Nacional del Prado en 2007, en cuyo catálogo el profesor Calvo Serraller daba las claves del concepto sobre el que la artista trabajaba y ha seguido reelaborando: “He aquí pues, según Blanca Muñoz, las planetarias cabezas de la corte del llamado Rey Planeta” (Calvo 2007: 55). Las obras de Muñoz, totalmente personales, le han granjeado una exitosa trayectoria profesional, en muy diversos formatos, destacando la destinada a espacios públicos. Ha sido valorada en diversas exposiciones nacionales e internacionales, desarrollada también en encargos públicos, reflejada en un buen número de premios y diversas publicaciones, y presente en museos españoles y extranjeros (Azcue, 2021, en prensa). La presencia de un ejemplar de esta obra en 2013 en la exposición retrospectiva Circunnavegación, contextualizó perfectamente la evolución creativa de la artista, la amplia variedad de escalas en las que trabaja, siempre con sus manos, de forma intuitiva pero dejando hablar al material. En la conversación entre la artista y la Comisaria de este muestra, Blanca Muñoz reflexionaba sobre el hecho de reunir su obra de más de veinte años: “… van a desprender energía… veo ahora que existe cierta coherencia en mi trabajo, que todo viene por algo. Existe un hilo común. He seguido un camino, sin darme cuenta… No hay disparidades, ni bruscos cambios de dirección, sino la voluntad de ir afinando lo que yo pretendo… el hecho de que la escultura me sorprenda constantemente es un estímulo” (Reznak 2013: 112). “Su camino, como ocurre en los que profesan una vocación artística, ha seguido el rumbo de una progresiva interiorización, lo cual supone una cada vez más acusada singularidad” (Calvo 2018: 9).