La muerte de Jacinto
1636 - 1637. , 14,5 x 13,6 cmSala 079
La historia de amor truncada entre Apolo y Jacinto aparece en el libro X (162-219) de las Metamorfosis: "(...) alivian los cuerpos de vestidos, brillan por el jugo del aceite grasiento e inician una competición con el ancho disco, que Febo, tras equilibrarlo, lanzó el primero a los aires celestes y hendió con su peso las nubes que se interponían; volvió a caer tras largo tiempo el peso en la tierra firme, exhibiendo una técnica unida a la fuerza. Al punto, el Tenárida, imprudente y estimulado por la pasión del juego, se apresuraba por recoger el disco, pero la dura tierra, tras repeler a aquél con el peso, lo lanzó contra tu rostro, Jacinto. El mismo dios palideció igual que el joven, recogió los miembros caídos, reanimándote unas veces, secando otra tus funestas heridas o sosteniendo otras el aliento vital que huía aplicándote hierbas (...)".
Rubens, como en la gran mayoría de la serie, escoge el momento más dramático para representar esta historia, colocando a Jacinto en primer término con la cabeza ensangrentada mientras que Apolo contempla la escena. De nuevo vemos una composición de escasas dimensiones donde lo más importante son los personajes, sobre los cuales se centra, colocados en primer término. En el tratamiento de Apolo, muy similar al que venció a la serpiente Pitón (P2461), sorprende la falta de tristeza o sorpresa ante la muerte de Jacinto, algo que si narraba Ovidio. Rubens se centra más en el rostro desencajado de Jacinto. S. Alpers, autora del único estudio completo del encargo de Rubens para la Torre de la Parada hasta la fecha, habla de la relación entre el Jacinto de Rubens y el Titio de Miguel Ángel de la Royal Library de Windsor, así como de la tradición e las ediciones ilustradas de Ovidio. El lienzo final fue ejecutado por J. Cossiers, algo que S. Alpers indicaba por la referencia en el inventario y por la posible presencia de su firma. Se encuentra hoy en el Palacio Real de Madrid.
A pesar de que las cartas del Cardenal Infante Don Fernando de Austria a su hermano, el rey Felipe IV, no dicen nada al respecto, los bocetos conservados demuestran que Rubens se comprometió a realizar en boceto preparatorio todas las composiciones de su mano para después dejar a su taller la ejecución de los lienzos finales. Éstos, a diferencia de la gran mayoría de las pinturas, muestran la energía de Rubens a la hora de realizarlos, con trazos rápidos y esquemáticos pero muy visuales, cuidando el tratamiento de los colores para generar luces y sombras. La diferencia de la mayoría de las pinturas con respecto al boceto es la expresividad de los rostros de los personajes.
Los bocetos, según J. Held y S. Alpers, aparecen por primera vez documentados en el Diccionario… de Cean Bermudez de 1800 dentro de la colección del duque del Infantado. No tenemos constancia documental de ellos en fechas anteriores, si bien se suponen en España antes de 1800. A la muerte del tercer Duque del Infantado la colección quedó dividida entre su sobrino-nieto, el futuro Duque de Osuna, y a su hijo el futuro Duque de Pastrana. Tras diversos movimientos y ventas en diferentes colecciones, que supusieron la dispersión de muchos de ellos, los bocetos entraron en el Museo del Prado como donación de la duquesa viuda de Pastrana, Dña. María Dionisia Vives y Zires.
La decoración de la Torre de la Parada, en cuyo proyecto también participaron otros autores como Velázquez, fue el mayor encargo que Rubens recibió de Felipe IV. A partir de 1636 se enviaron desde Amberes a Madrid más de sesenta obras para esta casa de recreo situada en los montes del Pardo. La mayor parte de las escenas narraban las pasiones de los dioses, según fueron descritas en las Metamorfosis del poeta romano Ovidio y otras fuentes clásicas. Para llevar a cabo un proyecto tan amplio, Rubens realizó pequeños bocetos sobre tabla, donde capta la esencia moral de las historias y las actitudes de los personajes. Estos bocetos sirvieron de base para la elaboración de los lienzos definitivos.
El Museo del Prado conserva diez de los bocetos de Rubens, nueve de ellos donados en 1889 por la duquesa de Pastrana, y uno adquirido en el año 2000. El Prado también conserva la mayoría de los lienzos realizados a partir de los diseños de Rubens para la decoración de este lugar (muchos de los cuadros fueron pintados por otros artistas).
(Información revisada y actualizada por el Departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo Nacional del Prado, 2014).