María Isabel de Braganza, reina de España
1826 - 1827. , 145 x 77 cmSala 047
Si hubo un momento en el que la escultura consiguió la preponderancia a la que aspiraba entre las bellas artes, fue, sin duda, durante el periodo neoclásico, reforzando la recuperación del mundo clásico con un profundo conocimiento del estudio del natural y poniendo en valor el concepto de belleza ideal a partir de la propia naturaleza. Sería la etapa del dominio de la técnica y de la enseñanza reglada, y esta obra de Álvarez Cubero es un buen ejemplo de lo que supuso ese espíritu neoclásico.
La retratada es Isabel de Braganza (Lisboa, 1797-Madrid, 1818), hija de Juan VI de Portugal, segunda mujer de Fernando VII -con quien se casó en 1816-, mujer de carácter afable pero no muy agraciada, por lo que los pocos retratos que se le hicieron fueron idealizados. Esta reina tuvo un vínculo excepcional con el Museo del Prado, pues desempeñó un importante papel en la fundación del Museo debido a su afición a la pintura.
Los antecedentes que pudo encontrar el escultor en el arte clásico se centran en las figuras de matronas que reposan serenamente, iconografía reiterada en diversos modelos. Los precedentes romanos en los que tanto Canova como Álvarez se pudieron inspirar son, sobre todo, las representaciones del tipo de Agripina sentada con el modelo de Afrodita de tipo Olympias, de cuerpo entero, como símbolo solemne de la Roma republicana, así como estatuas de musas, como Clío, y figuras alegóricas que representan a Roma. Los escultores neoclásicos reelaboraron este modelo desarrollando el gusto por la suavidad de formas, la inspiración en posturas plácidas y relajadas, centrando el protagonismo en figuras femeninas aisladas, ajenas a lo que sucede a su alrededor, retratadas con trajes de moda imperio o a la griega. Por otro lado, las referencias del arte neoclásico que Álvarez había conocido en Francia e Italia, en escultura y en pintura de los grandes maestros del Neoclasicismo, fueron también su inspiración.
La obra definitiva en mármol tuvo un gran éxito en su exposición en el Salon de París de 1827. Se trata de una figura de cuerpo entero, sentada de manera elegante, como modelo de decencia, a partir de los citados modelos de matronas, vestida también a la moda romana. Además de esta escultura, Canova realizaría otras versiones de estatuas sedentes. Esta misma tradición sería recogida por el otro gran escultor neoclásico, Thorvaldsen, en el retrato sedente de la Condesa Elisabeth Ostermann-Tolstoi.
La obra de Álvarez Cubero (Priego, Córdoba-Madrid 1827) enlaza perfectamente con el estilo internacional en boga en ese momento. Sigue las pautas neoclásicas de búsqueda de la belleza, la perfección de líneas, la delicadeza, la serenidad de la composición que invita al reposo, el virtuosismo, la corrección y la observación del natural; un retrato atemporal, sedente en majestad, con un manto amplio y rico de pliegues que otorga volumen y peso a la mitad inferior del cuerpo, y, en el busto, la vestidura aparece más ceñida. Se aprecia en ella el rigor, la claridad compositiva y la austeridad al despojarse de lo accesorio. El tratamiento del rostro ha tendido a una cierta idealización, y el peinado sigue la moda imperio, que tenía unas formas muy rígidas, retirado de los lados de la cabeza, dejando la nuca libre y, en la frente, adornos, como la diadema tocada con perlas, quedando el rostro enmarcado por pequeños bucles. A diferencia de lo que era habitual en la pintura, la reina se representa de una manera austera, sin joyas. En sus manos porta un cetro y una corona de laurel y calza sandalias que apoya sobre un escabel. Está sentada en una silla adornada con castillos, leones, flores de lis y otros detalles en bajorrelieve (Azcue, L.: "La escultura. José Álvarez Cubero. Isabel de Braganza", El siglo XIX en el Prado, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 397-401).
Ingresó en el Museo del Prado el 28 de julio de 1828, junto con las demás esculturas que vinieron desde Roma a Alicante y desde allí, en carro, a Madrid. Por R.O. de 9 de agosto de 1828 se indica se devuelvan a palacio las cajas procedentes de Roma, "quedando solo en el Rl. Museo de Pinturas de su cargo las cinco de la Rl. Propiedad que contienen otras tantas estatuas de mármol executadas en aquella capital por el primer Escultor que fue de Cámara D. José Alvarez..."
Una nota de Palacio de 6 de agosto de 1828 informa sobre el contenido de los cajones llegados de Roma, unos propiedad del rey, otros del duque de Alba y otros pertenecientes al difunto Álvarez Cubero. Los que eran propiedad del rey se anotaron de la siguiente manera: "Nota de las estatuas y efectos que contienen los cajones pertenecientes al Rey N. S. y los excedentes de este numero que todos desembalados [...] de R.l orden de 1o del corriente mes se custodian en el R.l Museo de Pinturas de mi cargo / Propiedad del Rey N. S. / Estatua de la Reyna Da Maria Ysabel (q.e.e.g.) / Una estatua echada en un colchon que representa a Morfeo / Otra que representa un amorcito / Otra id de Apolo / Otra de Diana cazadora / [...] En los cajones en que bienen las estatuas de la Reyna d. Maria Ysabel y la Diana Cazadora se encuentra un marco y varios modelos del estudio del difunto D. Jose Alvarez / Palacio 6 de Agosto de 1828" (A.M.N.P.: Caja 357, Leg. 11.202, Exp. 9).