Paisaje con Latona y los campesinos transformados en ranas
Tercer cuarto del siglo XVII. , 244 x 219 cmNo expuesto
El asunto de la obra, nada usual en la pintura española, pero relativamente frecuente en la italiana del seicento, procede de las Metamorfosis de Ovidio (VI, 337-382). Latona, madre de Apolo y Diana -tenidos de su unión con Júpiter-, huyendo de Juno, llega sedienta a Licia con sus hijos. Los campesinos les impiden beber en un pequeño laguillo y, encolerizada, les maldice convirtiéndoles en ranas. Este tema puede tener, desde luego, una interpretación moralizante, que exalta el ejercicio caritativo y la condenación de los que carecen de caridad o amor al prójimo y, probablemente por ello, se recoge con cierta frecuencia en los medios del catolicismo barroco.
Agüero ha compuesto su lienzo con evidentes recuerdos del clasicismo romano, traducido con indudable estudio de los lienzos de Claudio Lorena, que hubo de conocer en el Palacio del Buen Retiro, especialmente los de formato vertical, con escenas bíblicas que debieron llegar a Madrid hacia 1640 (Luna, J. J.: Claudio de Lorena y el ideal clásico de paisaje en el siglo XVII, Madrid, 1984). De allí procede el tratamiento de las lejanías, las siluetas a contraluz de los movidos árboles, e incluso las arquitecturas medievalizantes.
El grupo de Latona y los dos niños es una libre interpretación de una famosa composición de Van Dyck, la Caridad, conocida a través de múltiples ejemplares, el más famoso el del Dulwich College, hasta la aparición del de colección particular suiza que hoy se considera el original (Larsen, E.: L`opera completa di Van Dyck, 1626-1641, Milán, 1980, no. 641). Que la pintura era bien conocida en España parece asegurarlo la indudable influencia ejercida en este lienzo, y la existencia de una copia de cierta calidad que pertenece al Prado (Boletín del Museo del Prado, t. III, no. 7, 1982, p. 51, P4721). El hecho de que el grupo se muestre constituido directamente sobre la disposición del lienzo original, asegura que Agüero vio una pintura y no la excelente estampa de Cornelis van Coukercken, que la reproduce invertida y que, como mostró E. du Gué Trapier, fue bien conocida de los pintores madrileños del tiempo.
La obra procede de Aranjuez y forma parte de la serie que, según el inventario de aquel Real Sitio, redactado en 1700 por el hijo de Mazo, D. Gabriel de Mazo y Velázquez, había sido pintada por Benito Manuel Agüero. Luego en 1794 se atribuyeron a Mazo, bajo cuyo nombre pasaron al Prado y se catalogan hasta 1933, en que Sánchez Cantón, por indicación de Tormo, los devolvió a quien parece evidentemente ser su autor (Texto extractado de Pérez Sánchez, A. E.: Carreño, Rizi, Herrera y la pintura madrileña de su tiempo. 1650-1700, Ministerio de Cultura, 1986, pp. 276-277).
Pérez Sánchez, Alfonso E., Carreño, Rizi, Herrera y la pintura madrileña de su tiempo, Madrid, Ministerio de Cultura. Banco Herrero, 1986, p.276