Retrato masculino
Hacia 1845.No expuesto
Este magnífico retrato es un buen ejemplo de las buenas maneras de Corro y de la calidad de la miniatura española del periodo isabelino. Formado en Granada, la llegada de Corro a Madrid hacia 1840 marcó su trayectoria como miniaturista, donde tuvo por competidor a Florentino Decraene. Las obras de Corro se caracterizan por el empleo de numerosos y menudos puntos de color en las carnaciones, con lo que lograba un efecto de claroscuro muy pronunciado; por la ausencia de dibujo y el cuidado en los pequeños detalles, como en este caso la cruz de la orden de Carlos III, los bordados del uniforme y las florecillas de la camisa.
Espinosa Martín, Carmen, Las miniaturas en el Museo del Prado: catálogo razonado, Museo Nacional del Prado, 2011, p.69,150