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Aquiles en el Prado. Parada II
La iniciativa #PradoContigo es un programa de acciones online del Museo Nacional del Prado a través de las redes sociales y de su website para garantizar el acceso al conocimiento sobre sus obras y artistas durante el tiempo que debe permanecer cerrado.
En marzo de 2020 se estrenaba en el Teatro Real la ópera Aquiles en Esciros. La representación operística era el resultado de un proyecto de investigación acometido por el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), institución que tiene un convenio de colaboración con el Museo Nacional del Prado desde el año 2018.
Para celebrar estos lazos se decidió realizar un nuevo itinerario bajo el título Aprender a ser mortal. Aquiles en el Museo del Prado. La actividad tenía como objetivo establecer puentes entre el proyecto de investigación musical y la colección permanente del Museo, planteando una relación entre las artes musicales y plásticas y estableciendo una selección de las obras de la colección cuya iconografía estuviera relacionada con la figura de Aquiles.
A través del siguiente recurso, vamos a poder realizar alguna de las paradas que formaban parte de ese itinerario.
Aquiles en el Prado. Parada II
Mitología en las colecciones del Museo de Prado
Hablar de Mitología en las colecciones del Museo de Prado, requiere sin duda visitar la sala 79. En este espacio, desde la apertura de las nuevas salas de Pintura Flamenca y Holandesa, encontramos parte de lo que fue uno de los más exigentes encargos del S.XVII en torno a este tema: La serie de pinturas mitológicas de la Torre de Parada.
La Torre de la Parada
La Torre de Parada era un singular Sitio Real, pues no funcionaba como palacio o fundación religiosa, sino como pabellón de caza; un lugar destinado al deleite y el disfrute. El edificio se había levantado en tiempos de Felipe II. Tras varias reformas, Felipe IV decidió modificar su estructura y dotarla de un complejo programa decorativo. Entre 1636-38 encargó a Rubens, uno de sus pintores fetiche, una serie de más de ochenta pinturas de las ciento setenta y seis totales.
Rubens, conocedor de los gustos de la monarquía hispánica, había trabajado como Pintor de Cámara y diplomático al servicio de Isabel Clara Eugenia y viajado en dos ocasiones a España, pudiendo visitar y estudiar las Colecciones Reales. Supervisado en todo momento por el Cardenal Infante Fernando -hermano del rey y gobernador de Flandes en esos años- el ciclo se realizaría en un tiempo récord, trece meses. La muerte del pintor en 1640 obligó a que algunas obras fueran rematadas o terminadas por ayudantes del maestro. Las bodas de Tetis y Peleo es, en cuanto a ejecución final, obra de Jordaens.
El origen de Aquiles
La obra de Jordaens representa una escena fundamental en la historia del héroe. Por un lado, habla de sus orígenes, pues representa la boda de sus padres. Por otro, el episodio alude al famoso mito del Juicio de Paris, suceso que propició la guerra entre griegos y troyanos en la que Aquiles sería un personaje determinante.
Tetis, madre de Aquiles

Tetis (presidiendo la mesa en el lado derecho) era una nereida o ninfa del mar, hija de Nereo y la oceánide Dóride, y nieta de la titánide Tetis. Venerada desde tiempos antiguos, se cree que era una diosa relacionada con la constitución del orden y las polis, si bien se la recuerda solo como madre de nuestro héroe. Tanto Júpiter como Neptuno trataron de seducirla, pero fue entregada en matrimonio al mortal Peleo pues una profecía decía que su hijo destacaría sobre su padre, y ningún dios estaba dispuesto a tal deshonor.
Peleo, padre de Aquiles

Peleo (junto a Tetis y con corona de flores) era un príncipe mirmidón de Égina. Tras dar muerte a uno de sus hermanos, fue desterrado y obligado a vagar por Grecia, viviendo distintas aventuras y desventuras. Tras unirse a Antígona y huir por haber matado accidentalmente a su suegro Euritión en la caza del jabalí de Calidonia, llegó a Yolco, donde trató de ser seducido por la reina Astidamia. Él la rechazó y -presa de la ira- ella ordenó que fuera capturado y abandonado sin armas en medio de un territorio gobernado por los centauros. Fue en ese lugar donde conoció a Quirón -después tutor de su hijo Aquiles- y donde este le recomendó cómo poseer a la ninfa Tetis, cuya belleza le obsesionaba.
Las cambiantes nereidas mutaban de forma constantemente, lo que las hacía incapturables. Quirón aconsejó a Peleo que una vez la tuviera agarrada no la soltara, pasara lo que pasara y adoptara la forma que adoptara. Este lo consiguió, incluso cuando Tetis se transformó en un resbaladizo calamar; finalmente, Júpiter le concedió la mano de la nereida, sin dar voz ni voto a Tetis.
Eris, diosa de la discordia

La boda se celebró en la cueva de Quirón en el Monte Pelión. Todos los dioses y diosas fueron invitados, salvo una: Eris, diosa de la discordia, a quien observamos en el cuadro con el rostro desencajado, gesto de ira, piel en tonos morados y verdosos. Eris se presentó en el banquete para hacer un regalo a la pareja, ni más ni menos que una manzana de oro en la que estaba escrito A la más bella.
Las otras protagonistas

Inmediatamente, tres diosas se levantaron como impulsadas por un resorte, creyendo que el regalo les pertenecía. De pie a nuestra izquierda, Minerva, muy próxima a Vulcano, Marte y Diana, que segura de sí misma se adelanta a por el objeto. Justo a su derecha, Venus, con aire indignado, puesto que entiende que la manzana le pertenece a ella. Sentada junto a su esposo Júpiter y próxima a Mercurio y Neptuno, Juno, diosa del Olimpo, que extendiendo la mano reclama lo que considera que es suyo.
El catálogo de gestos y las distintas reacciones “humanas” son uno de los aspectos más interesantes de esta obra. De hecho, los protagonistas son discretamente ubicados a la derecha del cuadro, presidiendo el banquete.
Modelo de comportamiento
Igual que Aquiles se convertiría después en modelo de virtud, rectitud y heroicidad para los buenos gobernantes, este tipo de escenas no solo decoraban los palacios y entretenían a los miembros de la corte e invitados a los sitios reales; también hablaban de la fragilidad de las emociones y los sentimientos frente a la excelencia y rectitud de lo moral y las pasiones elevadas. La pintura, como vemos, no era solo belleza y goce estético, sino también propaganda, difusión de un ideario, un libro abierto del que extraer diversas enseñanzas y aprender desde la reflexión.
Audio de Aquiles en el Prado. Parada II
