Venus y Adonis
Hacia 1580. , 162 x 191 cmSala 026
Como su pareja, Céfalo y Procris (Museo de Estrasburgo, inv. 634, óleo sobre lienzo, 162 x 185 cm), ilustra un pasaje de las Metamorfosis del poeta romano Ovidio que da cuenta de un amor truncado por la muerte repentina de uno de los amantes, en este caso, Adonis. Veronese muestra la pesadumbre de Venus, diosa del amor, que intuye la muerte que encontrará su amante en una cacería. Realizado tras una estancia en Roma, Veronese se sirve para la figura de Cupido de una escultura helenística, El niño de la oca, mientras Adonis recuerda el Endimión de un sepulcro romano conservado en San Juan de Letrán. Comprada por Velázquez durante su segundo viaje a Italia (1649-1651).
Las figuras del cuadro son de tamaño natural. Venus tiene la piel clara y las mejillas y labios sonrosados, de acuerdo con un ideal de belleza desarrollado en la literatura desde la Antigüedad y renovado en la poesía de Petrarca. Es la diosa de la belleza, el amor y la fertilidad, y aquí aparece tan atractiva como lo permite una interpretación antropomórfica de los dioses. Veronese siempre ha sido reconocido como un pintor de la belleza. En La carta del navegar pitoresco (1660), Marco Boschini, famoso defensor de la pintura veneciana, puso en boca de Venus las siguientes palabras: "Cuando quise hacerme retratar, recurrí a Paolo, que ha sabido imitar mejor que nadie mis hermosos rasgos". A Leonardo y a Rafael se les reconoce más fácilmente que a Veronese por su fe en los fundamentos geométricos de la belleza, pero en la cara ovalada de la diosa vemos esa idea maravillosamente materializada.
La pose de Venus, sentada en contrapposto, se inspira en una antigua estatua de Afrodita agachada al ser sorprendida en el baño. La estatua, en ocasiones atribuida al escultor Doidalsas de Bitinia, se hizo muy popular al lograr conjugar el ideal de belleza erótica con el naturalismo. Muchos artistas del Renacimiento persiguieron los mismos objetivos. En la pintura del Prado, Venus aparece cubriéndose el torso desnudo con uno de sus brazos. Adopta la apariencia de una seductora joven contemporánea del pintor. Con un abanico de bandera refresca a Adonis y lleva un brazalete de oro, un collar de perlas y el pelo cuidadosamente peinado. El frondoso y exuberante entorno evoca el lugar ideal para el amor, tal y como aparece descrito en la poesía pastoril antigua y de la época. El contraste entre la tentadora desnudez de la diosa y su expresión resulta dramático. Sus labios ligeramente separados, sus ojos muy abiertos y su frente levantada manifiestan sorpresa; en breve experimentará un intenso sufrimiento. Según cuenta Ovidio (en el libro X de las Metamorfosis), la temerosa Venus le había advertido previamente al joven cazador que los jabalíes "tienen un rayo en los recurvados colmillos". Pero los perros de Adonis encontraron el rastro de uno de ellos y lo condujeron hasta él. Esto acabará con su vida.
La impotencia de Venus en esta imagen es desgarradora. Acaba de darse cuenta de que Cupido retiene a uno de los perros de caza; ha soltado el arco y a duras penas consigue sujetar la aljaba con las piernas. La posición de la aljaba y la actitud del perro son alusiones al sexo y a la caza. Adonis yace en el regazo de Venus, su mano derecha descansa sobre un cuerno de caza. (Junto a él, en el suelo, hay un extraño objeto; parece un vaso con un borde dorado y protegido por una funda de piel de animal.) El sueño de Adonis evoca el reciente encuentro amoroso. También anticipa su muerte -su postura recuerda la del Cristo yacente en conocidas composiciones de la Virgen con el cuerpo exánime de su hijo (la Pietà).
Al igual que Venus, el joven cazador viste ropas pesadas. Las de ella son de color morado, con un diseño floral inspirado en modelos otomanos. Las de Adonis son de un brillante color naranja. Hacen justicia a la fama de Veronese como pintor de colores y nos recuerdan que una de las virtudes de nuestro artista es que nos enseña a amar la belleza, especialmente la de los colores y la armonía cromática. El color naranja es el que más llama la atención. Veronese elaboró ese tono intenso mezclando minio y rejalgar, un pigmento poco frecuente y el único de color naranja puro disponible entonces, usado como raticida por su contenido en arsénico. El naranja es un color relativamente frecuente en la pintura de Veronese, pero por lo demás era poco utilizado en su época, siendo más común en la pintura veneciana que en la de otros lugares (Vergara, Alejandro en Pasiones Mitológicas, Museo Nacional del Prado, 2021, pp. 126-128).