Santa Ana enseñando a leer a la Virgen
1674. , 196 x 168 cmDepósito en otra institución
La escena tiene lugar sobre unas gradas ricamente alfombradas y con un fondo oscuro de cortinaje, que deja ver en el lateral derecho una apertura luminosa ocupada por una columna salomónica y el esbozo de elementos arquitectónicos que dan idea de un interior. El tema tratado es muy frecuente en la iconografía contrarreformística y ha sido pintado también entre otros, por Rubens, Roelas y el propio Murillo. Se trata de representar el momento en que Santa Ana, en presencia de San Joaquín, enseña a leer a la Virgen Niña, que aparece arrodillada a sus pies. La composición es piramidal y el vértice está ocupado por la cabeza majestuosa de la santa. Su rostro sereno, maduro y muy realista y su poderosa envergadura contrastan con la fragilidad, dulzura y convencionalidad de la figura de la Virgen. En segundo término, el padre de María, en pie, contribuye con su verticalidad a dar vivacidad a la escena. En la parte superior, las cabezas agrupadas de los angelitos convierten en celestial un asunto de serena intimidad familiar. La luz, que surge del lateral izquierdo, se detiene en caras y manos para resaltarlas. Los tonos ocres, blancos y azules contrastan con el rojo del primer plano y todos están aplicados con la manera personal del pintor, con técnica libre de largas y rápidas pinceladas.
El lienzo ocupaba el ático del retablo mayor del convento de Santa Ana de Carmelitas Descalzas, de Madrid, cuyo cuadro central era la copia del Pasmo de Sicilia, de Rafael, que se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Con la desamortización de los bienes eclesiásticos en el siglo XIX pasó a formar parte del Museo de la Trinidad.
Pintores del Reinado de Carlos II, Madrid, Museo del Prado, 1996, p.nº6, 40