Carlos III comiendo ante su corte
1771 - 1772. , 50 x 64 cmSala 093
Durante el reinado de Carlos III (1759-88) se aligera la rigurosa etiqueta cortesana establecida por el Habsburgo Carlos V al permitir a un círculo más amplio de personajes privilegiados el acceso al cuarto del rey. Ya bajo Carlos V se celebraban comidas públicas ordinarias y solemnes, en las que el soberano almorzaba en presencia de una variada, aunque muy selecta, representación de miembros de la corte. Felipe IV no continuó con esta costumbre, que no se reanudó hasta el gobierno del Borbón. Más tarde, en 1836, se criticó ese relajamiento de la etiqueta que suponía que los privilegiados eran puestos al mismo nivel que otras personas antes excluidas de las habitaciones reales.
Esta obra es singular tanto por su tema como por la concepción de la suntuosa sala palaciega que representa, donde el espacio amplio y despejado contrasta con las diminutas figuras situadas en los márgenes y hace destacar la figura del soberano, sentado solo ante una larga mesa de comer. La sala, iluminada desde la izquierda, aparece equipada con una extensa alfombra y, a la derecha, con un biombo de chimenea. Las paredes están lujosamente decoradas con tapices de asuntos mitológicos, y sobre la puerta tras el rey hay un relieve que muestra a un genio alado ante un ara encendida y bajo un sol radiante. El conjunto se completa con un alto espejo de pared con dos candelabros y un fresco de bóveda, todo ello fruto de la invención del artista. El rey luce el Toisón de Oro y la banda roja de la orden napolitana de San Genaro, de la que asoma la azul de la orden del Espíritu Santo. Al igual que el resto de los asistentes a este acto, no ostenta las insignias de la orden que lleva su nombre, fundada el 19 de septiembre de 1771, día de San Genaro y del muy ansiado nacimiento, después de cinco años de esperas, del primogénito de los Príncipes de Asturias, el infante Carlos Clemente. La ausencia de estas insignias permite pensar que el acto recreado por Paret es anterior a esa fecha, o bien que celebra precisamente ese día o el 21 de febrero de 1772, cuando el pontífice Clemente XIV aprobó la orden.
El monarca levanta la copa que un criado arrodillado ante la mesa le ha ofrecido en una bandeja, mientras escucha con evidente satisfacción una misiva leída por el gentilhombre a sus espaldas, o trasmitida por el cardenal a su lado. Debe tratarse del cardenal Ventura Fernández de Córdoba y de la Cerda (1724-1777), hijo del duque de Medinaceli, capellán y limosnero mayor del rey, al que el mismo día del 19 de septiembre de 1771 este designó primer gran canciller de la orden de Carlos III, cargo que, según el sistema gubernativo de las órdenes del Espíritu Santo y de San Genaro, había de recaer “en uno de los prelados eclesiásticos más distinguidos de nuestro reino”. Su aspecto está documentado en una estampa grabada en Roma por Pietro Antonio Pazzi, en la que se muestra el parecido con el cardenal representado. El caballero de azul, a la izquierda de la mesa, es seguramente el genovés Pablo Jerónimo Grimaldi y Pallavicini (h. 1709-1789), primer secretario de Estado entre 1763 y 1776 y miembro del partido de los “golillas”, formado principalmente por letrados y partidarios del absolutismo. Luce la banda azul de la orden del Espíritu Santo, que recibió el 1 de enero de 1762, sin haber obtenido la de San Genaro. Sus rasgos se asemejan a los del retrato que le hizo en Italia Anton von Maron (paradero desconocido), del que se realizaron copias al óleo, en miniatura y en estampa. El caballero de azul y rojo que mira al espectador, a la derecha de la mesa, presenta una fisonomía cercana a la del conde de Aranda (1719-1798) en su retrato por Joaquín Inza.
Aranda fue presidente del Consejo de Castilla entre 1766 y 1773, fecha en la que fue enviado a París como embajador de España (1773-87), y dirigió el partido aragonés que defendía los fueros regionales suprimidos por Felipe V, por lo cual era adversario de Grimaldi. La disposición de estos dos caballeros, a la izquierda y a la derecha de la mesa, podría reflejar de hecho las ideas contrarias de ambos partidos, al igual que lo harían las actitudes y expresiones de los respectivos cortesanos que los rodean, satisfechos los de la izquierda, con aire más sombrío los de la derecha.
En los asuntos representados en los tapices se ha visto una alusión a los pensamientos y gustos privados del rey en relación con el patriotismo, el amor, la caza y el honor militar. Sin embargo, parece más bien que en ellos se manifieste la autoridad suprema y el derecho divino del monarca.
En esta escena el rey aparece reunido con los miembros de su gobierno, de ideas y objetivos dispares, y con representantes de la Iglesia. Sucesos concretos, y tal vez relacionados con esta pintura, como el nacimiento de un infante, que garantizaba la continuidad dinástica, o la fundación de una orden de mérito para premiar acciones en beneficio del país y la Corona, consolidaban la autoridad real, desafiada pocos años antes en el denominado motín de Esquilache y exaltada en la iconografía de la decoración de la sala aquí representada.
Se ha propuesto que fuera uno de los asistentes a esas comidas del rey quien encargó a Paret esta pintura. Respaldaría esa idea la firma del pintor como “hijo de su padre y su madre”, con la que subrayaba que estaba todavía exento de título y empleo, y que podría apuntar a un personaje influyente en la corte como comitente de la obra, alguien del que el artista esperaba obtener una recomendación, tal vez el cardenal representado.
Maurer, Gudrun, 'Luis Paret y Alcázar. Carlos III comiendo ante su corte' En:. Paret, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2022, p.106-109 nº 16