Joven dormida en una hamaca
1780 - 1781. , 19 x 15 cmSala 093
Esta pequeña pintura, localizada y publicada en 1988 por Luna, que rectificó la atribución errónea al pintor austríaco del Rococó Johann Georg Platzer (1704-1761), es una de las creaciones más exquisitas de Paret. En un interior humilde, con suelo de baldosas y paredes revestidas de madera y adornadas con cuadros y un espejo, destaca ante un cortinaje la figura de una joven que duerme en dulce abandono sobre una hamaca, apoyada en uno de sus pies. Lleva un elegante vestido de seda blanca y azulada, con un volante de color oro y mangas cortas adornadas con lazos rojos, que hacen juego con la escofia. Su cabeza, apoyada en la mano izquierda, reposa sobre un cojín con encajes, mientras que con la otra mano sostiene relajadamente un pañuelo. Antes de acostarse se ha quitado uno de sus zapatos de seda y al dejarse caer para dormir ha dejado un seno al descubierto. Al fondo aparece un mueble con platos de estaño, una botella y un jarrón de vidrio con rosas, en el que se refleja, a la manera de la pintura holandesa del siglo XVII, la luz que entra por la ventana abierta. Esta sugiere un ligero soplo de aire que difunde el perfume de las rosas, que suelen simbolizar el amor, pero también la vanidad. Asimismo, el espejo puede significar aquí la pureza, que contrastaría con la inconstancia evocada por el balanceo de la hamaca, mientras el vidrio de los recipientes aludiría a la fragilidad de la virtud femenina, tal vez ya perdida, como parecen indicar la botella y la copa de cristal en el primer término, caídas.
El asunto de la joven dormida, que atrae la mirada inadvertida del voyeur, se remonta a la literatura de la Antigüedad, mientras la figura pintada por Paret recuerda la escultura clásica de Ariadna dormida, cuya cabeza descansa asimismo sobre la mano y cuyos senos también aparecen desnudos. El pañuelo en la mano, que insinúa un desvelamiento de lo secreto y lo oculto, es un motivo que aparece en las mortales y las diosas desnudas de las poesías de Tiziano, por ejemplo en Dánae recibiendo la lluvia de oro (Madrid, Prado). Las alusiones al mundo clásico ennoblecen la erótica escena, mientras el aire exótico de un mundo lejano, sugerido por la hamaca -objeto que el artista pudo conocer en Puerto Rico y cuyo origen radicaba en América central y del sur-, así como por el butaque mexicano, despiertan la fantasía del espectador.
La pintura destaca por su técnica de pinceladas rápidas y sueltas aunque seguras y precisas, las estrictamente necesarias para definir la figura y los distintos objetos y crear los diferentes planos del espacio, de sorprendente profundidad. La capa de color ocre que cubre la preparación rojiza contribuye a la luminosidad y al tono cálido de la pintura y sirve de medio tono entre la gran variedad de colores claros y oscuros. Los escasos toques que insinúan el vestido de la joven generan un efecto de transparencia y también la sensación de fugacidad del momento y de los placeres en general. Este recurso revela la maestría y sutileza de Paret a la hora de trasmitir un mensaje universal a través de la técnica y la materialidad de los pigmentos, algo en lo que se manifiesta su modernidad.
Por lo que se refiere a la fecha, la obra ha sido relacionada con el Rezo del rosario y el dibujo de la Celestina y los enamorados, de 1784, que presentan unos interiores muy parecidos. Al mismo tiempo, la figura y su anatomía no muestran todavía el realismo que se observa en esas obras, por lo que se ha datado también en los años puertorriqueños. Sin embargo, el modelado de los paños se acerca ya al de la Circunspección de Diógenes, de 1780, realizada tras el regreso del artista a España. También el soporte de cobre, que no sería utilizado por el artista hasta su etapa de Bilbao, según señala el estudio actual de su obra, indicaría que Paret pudo haber pintado este cuadro en los inicios de su vuelta a España.
Maurer, Gudrun, 'Luis Paret y Alcázar. Joven dormida en una hamaca' En:. Paret, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2022, p.180-181 nº 43